martes, 17 de enero de 2012

Investigar en España. Misión imposible

Ser investigador en España es un trabajo mucho más vocacional de lo que parece. El nuevo presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha eliminado el ministerio de Ciencia en su plan de recortes y, anteriormente, en 2009, José Luis Rodríguez Zapatero ya redujo un 37% el presupuesto para Investigación, Desarrollo e Innovación (I+D+i).  Las primeras consecuencias de estas medidas son el aumento desmedido de desempleo en el sector, la pérdida de becas y, por ende, de futuros talentos y la fuga de cerebros. Pero las carencias traspasan el sector. Claro ejemplo es el caso de Cristina Ponce, una valenciana que ha reunido 7.000 euros entre rifas y meriendas para pagar los gastos de la investigadora que trabajaba sobre la enfermedad de su hija.

¿Y qué papel pintan las universidades en todo esto? En teoría, los centros educativos superiores deben ser estandarte de la investigación. La práctica es mucho menos épica.  La gran mayoría de profesores universitarios se limitan a cubrir el expediente personal haciendo trabajos de investigación que se basan en recopilaciones de artículos y no aportan nada al conocimiento, cosa por la que, dicho sea de paso, cobran y se liberan de horas. Cada vez hay menos grupos de investigación en las universidades y no todas las facultades cuentan con este privilegio. Tampoco quiero ser injusta, porque sí que hay docentes que hacen una gran labor, pero no es la tónica general.  Busquen artículos de investigación (trabajos personales, que ya sabemos qué pasa con las colaboraciones) de profesores universitarios y valoren ustedes mismos… 

Entonces, ¿qué nos queda? Las empresas. Las empresas son las únicas que pagan por investigar. No me voy a meter hoy en lo de las diferencias entre las investigaciones de ciencias y de letras, eso lo dejo para otro post. Pero sí que quiero destacar el peligro que tiene que sea la empresa privada las que financie la investigación. Para muestra, un fragmento de un documental sobre menores y consumismo, donde una investigadora psicóloga explica cómo consiguen que los niños sean más insistentes pidiendo juguetes para que se los compren sus padres. Cuanto menos, amoral... pero rentable.



Mientras las conciencias duermen, algunas iniciativas como la de habilitar una casilla en la declaración de la renta para la ciencia, que puedes firmar aquí, dan esperanzas al ser humano. Esperanzas de que la profesión de investigador se dignifique y se retribuya en condiciones. Que a este paso,  el próximo estudio sobre alimentación saludable nos lo financia McDonalds... ¡Y qué Dios nos pille confesaos!